Si uno pregunta al voleo entre la ciudadanía, comprobará que nadie, ni de acá ni de allá, sea de derecha o sea de izquierda, progre o conserva, rico o pobre, quiere a payasos puestos a goberantes del país. Sin embargo, visto y considerando las actitudes -discursos y acciones- de casi todos, uno podría sospechar que el próximo gobierno mandatará desde una provisional toldería donde abunden los trapecistas, los equilibristas, los jinetes bien entrenados, las bicicletas de una rueda sola, y sobre todo, payasos y enanos de diversa catadura. Es que en eso han convertido estos farabutes a la política partidaria y de gobierno: una feria donde pululan los cómicos cultores de lo kitch y lo grotesco. Hasta mujeres barbudas uno podría ver en tal botica. Un asco, bah.

 

Lo dije antes y lo digo ahora: para votarlos, para decidir con mínimos fundamentos, yo exijo saber qué diablos se proponen hacer. Nada más y nada menos. Vení, sentate, tomate un mate tranquilo y luego contanos: qué vas a hacer, cómo, cuándo, dónde y con qué. Si te sobra un tiempito, danos de paso cuenta de con quiénes harás lo propuesto. Con eso y un bizcocho, sería más que suficiente para despedirlos hasta el domingo 29 a las ocho en que empiecen a saberse los resultados de la elección.

 

¿Cuesta mucho cumplimentar esta exigencia cívica?

 

A creerle a estos tilingos, parecería que sí.

 

Debaten si debatirán, si en una mesa o ante un mostrador de estaño, si de traje o en chinelas, si a las ocho menos diez de la mañana o si a las diez de la noche entre ocho. Que si de a dos, de a tres, tète a tète o por teleconferencia para evitarse las respectivas salpicaduras de saliva en los ojos. Al fin, luego de una semana de ambagues y de entretenernos en estas bobadas, dejarán de debatir el debate; ¿para no debatir nada? En absoluto; estos artificiales politicastros siguen dándose maña como los teros: chillan acá para no mostrar dónde es que en han puesto los huevos en verdad. Unos acusan de cobardes sin fundamentos a los otros, y éstos, que acusan a los primeros de haber embarrado la cancha de tal modo que no se pueda ya practicar ningún deporte. Menos que menos, el ya de suyo muy patinudo ejercicio de pensar en público. 

 

A poco de las elecciones -oh causal casualidad-, apareció otro berretín (entre los tantos berretines que estos opacos deslustrados tienen para sí). Un berretín bélico, un arsenal paramilitar. ¡Y qué viva la distracción!; ¿no hay pan? ¡dénles circo!, pareciera que se han dicho estos trasvestidos émulos de María Antonieta, pero con la carita loca de Nerón. Hay que joderse.

 

Que Feldman es apellido judío y no, a dios gracias, musulmán; que tráfico de armas, que tráfico de influencias entre grupejos de ultra izquierda, y cosas de similar calaña. Salió el gerontosaurio de Batlle a exigir que los candidatos del progresismo se juramentaran extraños al caso (como si por jurar fueran más decentes y creíbles), no tardándose el envasado en vinagre de Huidobro, en asociar este fortín de armamento a los grupos paramilitares de un presunto preterjupismo manifiestamente inexistente.

 

Se armó la gorda -no la Daisy, pues ella es más bien de desarmarse y desnudarse ante la ducha-, y se llamó a interpelación; no a uno, sino a dos ministros, como para que el meollo ocupase bastante más de un titular de quinta página. Tapa, contratapa y, cortando grueso, el diario entero casi. Todito con esta maravilla; radios, programas de televisión, periódicos y semanarios buscándole el pelo al huevo. Ahora sabemos que a Feldman lo tenían junado desde el 2002, que nadie hizo nada y que la investigación se cajoneó quién sabe por orden de qué acuerdo de mandamases; y sabemos más, por ejemplo, que el hombre era contador y miembro en la época diluviana de los sesenta, de un grupito socialista escindido del socialismo ortodoxo o convencional, que parecería, gustaba por aquél entonces de los métodos foquistas guevarianos. Que el loro suyo era afiliado al partido colorado y que un primo de la sobrina de su vecino era candidata a una lista a convencional en las internas del partido nacional. Primero que se trataba de un caso de tráfico de armas de regular criminalidad, luego que no, que era un berretín partidario extremista; que sí, la mujer del tipo era rubia, que no, que era teñida; qué se yo, cosas así de importantes. Al Poder Judicial, mientras tanto y como siempre, que lo parta un rayo; sus decisiones tardan y nosotros -parece-, queremos ya mismo el amoussement. Consumir entretenimiento, consumir sin más. ¡Ay, la posmodernidad!

 

Nos tienen rebanalizados en cursilerías de salón, haciéndonos inquietar por cómo le quedará el trajecito al Pepe, qué tan blanca y lacia será la cabellera del líder nacionalista, que si el scotch on the rocks o en vasito corto de cobóy, que si la madre de Bordaberry le lavaba a mano los pañales o si eran dos, una mulata y una aindiada, las domésticas que le fregaban los calzoncillos al terrateniente papá del grandote pelandrún. En el ínterin, los pelotudos de la izquierda popular y más ortodoxa que Lenin, se enjuagan las manos a lo Pilatos, anunciando la estéril perogrullada de anular el voto, como si con esto, no se estuviera dándole el apoyo al candidato más votado. Anulando, votarán por el Pepe, les guste o no; pero pour la gallerie, quedarán como con galera y bastón. Unos dandies estos señores. Como todo dandy, al pedo como cenicero de moto.

 

Yo les juro que no sé a quien votar. Porque caerme, me caen grueso los dos. Uno como cal viva, el otro, como una carga de arena en bulldozer. Pesados a pesar de su superficialidad evidente. Espumas de plomo. Embarazado de estos mellizos, con qué gusto uno los pariría nomás para arrojarlos en la primer cachimba que aparezca. Con suerte a los pastos, si antes bien, no al chiquero a servir de ración pa' los cerdos.  

 

Que se me entienda: no seremos nosotros los chanchos en la metáfora; pero bien que de seguir así, les seguiremos rascando el lomo como si nada ... Porque, de nuevo: ¿qué van a hacer estos gansos? ¿Cómo?, ¿cuándo? ¿con quién? y ¿para quién?

 

Me dirán que ambos dos tienen sendos programas. Ajá; tanta tinta para decir nada. Porque uno lee esos compendios de aspiraciones generales, y queda paradojalmente de acuerdo con los dos. Que hay que educar, que hay que terminar con la inseguridad, que los bancos son intocables, que el campo es para trabajar y cosas así de perogrullas. Pero a Quintiliano el del hexámetro, se lo han rifado como bolilla pa' este examen. Ni cómo, ni cuándo, ni con qué ni con quien. Vamos a mover la arena de las playas, proponen, y uno queda ahito en expectativas, sin saber si traerán palas mecánicas made in Hong Kong, o si harán leva obligatoria pa' mandarnos a palear a nosotros los fétido soruyos de sus perros guardianes.

 

Me dirán que es cosa de estilos obvios, de modos de gestión por demás evidentes, de inclinaciones dominantes de la idiosincrasia detrás de cada uno de ellos. ¿Esto es así? ¿puede serlo?, ¿con un candidato que confiesa un día decir una cosa para al otro, decir la contraria?; ¿con uno que en 1999 recomendaba las bondades de tener gobierno acorde a las mayorías parlamentarias mientras que hoy, sostiene todito lo contrario? ¿Se puede calificar de serios a tipos que actúan de tal forma malhadada? Entonces, si no son serios, habrá que admitir que son unos cómicos, aunque nos hagan luego llorar. Y no de risa precisamente.

 

¡Estilos de gestión!, pero me cago en la gran puta. ¿Han pasado por el Instituo Nacional de Colonización? Una inmobiliaria rural y cara pa' colmo. Vaya modo de encarar una reforma agraria. Millón y pico de los verdes por un campito que comprado en directo a Don Anselmo, de seguro valdría la mitad. ¡Qué progres bárbaros estos macanudos atornillados al sillón!

 

¡Inclinación de la Weltanshauung!, pero si me caigo y no me levanto. Catolicón copetudo, compungido que la va de alegre, rodeado de víboras y alacranes. La famosa motosierra debiera haberla usado cuando presidente estaba rodeado de ladrones ...

 

Y el caso es que uno entra en esta jodita de comer de su caldo gordo porque, ¿qué va a hacer si no? Ya digo, hablar de sus programas, de sus intenciones de hacer, de volver praxis el ombligo que llevan anudado a la lengua, no se puede. No hay con qué, valor. Únicamente especulando, y sin ninguna seguridad; a puro olfato nomás. E insisto, ¿qué viá hacer ante el caso sino describir sus hedores?  Y hieden, bó, vaya si hederán. Los dos, y no por falta de baño -cosa que en cualquier momento les va a empezar a pasar a los venezolanos con sus tres minutazos de agüita-, sino por podridos, por putrefactos, por ser, a esta altura, carroña petisa hinchada en rarefacción.